viernes, 30 de enero de 2009

Capitulo 0

Su cuerpo se volvia a estremecer por las pesadillas una noche mas. El joven se levanto de su cama y fue a la ventana, pues desde que había sido un niño ver el horizonte oscuro le tranquilizaba. La suave brisa de la noche le acariciaba el rostro mientras parecía darle palabras de consuelo, silbando en el viento que entraba por toda la habitación. Korrath era el primogenito de una familia noble del norte, su padre poseía tierras mas alla de donde la vista le llegaba en aquella noche, era uno de los hombres de confianza del rey, y había luchado en innumerables batallas bajo su estandarte, liderando a sus tropas como el general capaz y resuelto que era. En el rostro del joven se podían apreciar unas fuertes ojeras y una expresión de apatía general, fruto sin duda de las pocas horas en las que encontraba descanso en paz. Ultimamente las pesadillas atenazaban cada vez mas la mente del chico, siempre con la misma imagen en mente. El fuego consumía su castillo y todas sus tierras ardían furiosamente en llamas, todos habían muerto, sus madre yacía muerta en su cama con el cuello cortado, su hermano mayor estaba apuñalado en el suelo frio de la puerta del baluarte, junto a unos cuantos soldados que habían corrido la misma suerte, y su padre… su padre estaba completamente destrozado, su cráneo estaba partido en dos y su pecho estaba abierto en canal. La vista se precipitaba entonces a una persona que limpiaba su espada en la ventana de su habitación, cubierto de sangre y con su armadura completamente hecha jirones. En la mano izquierda portaba un orbe que resplandecía con una luz brillante azul, el joven alzo el orbe y lo contemplo, y Korrath pudo ver su propio rostro…
La tranquilidad de korrath se vio truncada de repente por un grito tremendo de agonia, Korrath desplazo su atención hacia el valle del lago. La claridad de la noche le permitió ver a una figura en la orilla del lago que bramaba un canto gutural que difícilmente podía entender por la distancia que había hasta su ventana. Conforme iba escuchando el canto notaba como La zona de repente se ennegrecia y la clara noche daba paso a una oscura y antinatural niebla pesada. La brisa de la noche se transformo en un viento fuerte, que no silbaba, sino que chillaba a sus oídos su nombre. Korrath… ¡Korrath!
El cuerpo de Korrath empezó a temblar. Cerro la ventana rápidamente y cogió de un labrado colgador hecho con pezuñas de jabalí su pesada y calida capa de piel de lobo. Se la echo encima y se coloco el cinturón, donde posteriormente engancho su espada. Una espada larga con adornos de plata en la empuñadura revestida de la mejor piel de la región, era una espada que llevaba con el desde tiempos que ni siquiera podía llegar a recordar, su nombre estaba escrito en la hoja con letras que refulgían en dorado, se llamaba Rahks’hel, que en la antigua lengua del norte significaba “vencedora”.
Korrath bajo a la cuadra y ensillo su caballo, un caballo enorme de guerra negro que su padre le había regalado al cumplir los 16 años, lo llamaba Bargor. Salio con su caballo galopando hacia la yerma extensión que circundaba al helado lago, de donde provenía aquella horrible visión. Conforme se iba acercando a la zona oscura el frio cada vez se hacia mas intenso y mas aterrorizado estaba. Aun no sabia porque se le había ocurrido la genial idea de salir con su caballo a ver lo que pudiese ser eso, pero por alguna razón tenia que saber que es lo que estaba pasando, todo era muy extraño.
La niebla se hacia ya palpable, había entrado completamente en la zona oscurecida y comenzó a escuchar ruidos de batalla, gritos de mujeres pidiendo piedad, risas burlonas de hombres que vociferaban y mas ruido de espadas, caballos, llamas, y un clamor generalizado que gritaba su nombre, ¡Korrath! ¡Korrath el corruptor, el saqueador y el asesino, Korrath nuestro señor!
El joven paro su pesado caballo mientras su rostro palidecía por el miedo, en ese momento se preguntaba que demonios estaba pasando, porque oia su nombre y que era todo esto. De repente, como atendiendo a sus interiores plegarias, el ruido ceso y por un momento no se escucho nada en absoluto. De repente, un fuerte viento que cortaba la cara soplo contra el, un viento tremendo, increíble, como la peor de las galernas que había presenciado alguna vez en el mar, la primera vez que marcho a la batalla con su padre, en la isla de Belinar, muy al sur de aquí. El viento fuerte acabo por tirarlo del caballo, de repente sintió un fuerte dolor y se hizo la oscuridad…
Korrath se levanto algo mareado, con sangre en la cabeza por el golpe que se había dado al caer del caballo. No había señal de Bargor por ningún sitio, y Korrath comprendió que de alguna u otra manera había corrido por su vida. La oscuridad era menos pesada y podía ver la orilla del lago, instintivamente la siguió trastabillando por el mareo que aun tenia de la caída. No tuvo que caminar mucho hasta que vio el origen de toda esta horrible vivencia, había una figura tendida en el suelo, a pocos metros mas adelante. Korrath corrió como pudo hacia la figura, que se encontraba tendida cabeza abajo, en un charco de sangre. Portaba en la mano un cuchillo como los que utilizaban los sacerdotes en el festival de invierno para ofrecer sacrificios a los dioses, y por alguna circunstancia, aquel cuerpo le resultaba muy familiar. No tardo mucho tiempo hasta que se dio cuenta de una terrible realidad, la figura llevaba al cinto colgada su espada, no podía ser, era Rahks’hel! Instintivamente rebusco en el cinto pensando que aquella figura se la habría robado cuando estuvo inconsciente, quería creer que era asi, pero la verdad era mas aterradora de lo que podía imaginar. Korrath llevaba colgada del cinturón a Rahks’hel, lo cual hizo que su cuerpo temblase en un terrorífico preludio a lo que sabia que iba a encontrarse. Con rapidez dio la vuelta al cuerpo tendido en la orilla del lago y contemplo algo que no quería creer, aquel hombre era el mismo Korrath, algo mas mayor y con una cicatriz en el rostro, que recorría la parte baja de la boca hasta mas o menos la mitad del cuello. El chico no pudo soportarlo, pues de repente le falto el aire y cayo al suelo desmayado…
Cuando volvió a hacerse la luz estaba en una comoda y calida cama, sus ropas en aquel colgador de pies de jabalí, y su espada en su sitio en la pared. Escucho una voz alegre y jovial de una chica, una de las criadas de la familia. Oh, ya ha despertado el señor, ¿Cómo se encuentra? ¿Quiere que le traiga algo? ¡Avisare a su padre enseguida!